sábado, 6 de septiembre de 2014

Que es la felicidad?

El ser humano actualmente no logra comprender el amor como un sentimiento de orgasmo continuo en la vida, como una permanencia en la felicidad de esta sensación corporal y espiritual más allá del acto sexual mismo. Ésta es la vivencia de la verdadera felicidad. Pero aunque el ser humano actual todo el tiempo busca ciegamente mantenerse en la sensación de felicidad que a veces por casualidad alcanza, ha olvidado cómo lograr realizar voluntariamente la felicidad partiendo de su propia constitución biológica o su actividad física: tiene el anhelo de la felicidad pero no logra comprenderla como un acto consciente, controlable mediante la voluntad, alcanzable siempre que lo necesite —que es siempre.

La felicidad "aparece cuando quiere y se va cuando quiere"

Actualmente el ser humano cree que la felicidad es algo fortuito, casual, algo que le ocurre muy de vez en cuando pero sobre lo que no tiene ningún control: la felicidad aparece por sorpresa, y de pronto, no se sabe cómo, ya no está. A veces, algo que inicialmente nos había dado felicidad, más adelante lo repetimos y lo repetimos —intentando descubrir si por fin es éste el acto que nos conduce a la felicidad, intentando saber por fin cuál es la llave que nos abrirá la felicidad cada vez que queramos—, sin embargo la felicidad se esfuma sin avisar y nos tenemos que conformar con sólo aparentar que esta vez ese algo nos está dando la misma felicidad que al inicio.


Casi todos tenemos nuestro modo particular de concebir la felicidad, pero en general todos coincidimos en que la felicidad es algo fugaz raras veces alcanzable a voluntad, que va y viene cuando le parece, que no la tenemos ahora mismo, pero que tal vez alguna actividad a la que ahora nos dedicamos, en algún momento nos conduzca a la felicidad.

La felicidad no es ir a una fiesta

Para algunos la felicidad es ir a una fiesta, porque se supone que toda fiesta es feliz, o que toca estar feliz en una fiesta —aunque en realidad, la mayoría de las veces la felicidad de las fiestas es solamente externa, un escapar momentáneamente de la infelicidad cotidiana, que de todos modos sigue escondida detrás de la risa de la fiesta. Es agotador mantener ese estado de euforia sin que se base en una vigorosa alegría interior real. Luego de esa euforia sin base, el resto del mes puedes pasártelo en baja, siguiendo la rutina de los días de no-fiesta.


La alegría que pretendemos ir a buscar a una fiesta, podríamos tenerla siempre, en cualquier momento o circunstancia. Todo depende de la fiesta que logremos hacer en nuestro interior. Si no hay fiesta en nuestro interior, no la habrá en el exterior —sea la fecha que sea, o sea el lugar que sea, o así estemos rodeados de gente que ríe porque toca reír y nos demanda que hagamos lo mismo. La única fiesta real que existe, es que comiences a llevar una fiesta en tu interior, y que cada cual comience a hacer de su existencia una fiesta. Probablemente creas que esto no es posible —o lo creas muy externamente, pero no en lo profundo de ti. Sin embargo, sí es posible, como ya iremos viendo.

¿Un valle de lágrimas?

Para algunos seres humanos la felicidad es algo tan escaso, que ya hasta creen que no existe tal cosa como la felicidad, y que la existencia es solamente un valle de lágrimas.


Pero la Tierra no es un valle de lágrimas: es un paraíso. El mundo —la versión humana de la Tierra— sí que lo hemos convertido en un valle de lágrimas. Nosotros los humanos —ya a lo largo de milenios— casi hemos logrado convertir la Tierra en un valle de lágrimas, y sólo nosotros podemos convertirla otra vez en un paraíso.


Tu colaboración básica con que la Tierra sea un valle de lágrimas, es que tu propia existencia sea triste, infeliz y sin amor real. Así que tu colaboración básica con que la Tierra vuelva a ser un paraíso, consiste en llenar tu vida de amor real. Tu vida se llenará de amor real cuando hagas el amor bien.

La felicidad ideal es irreal

A la felicidad de hoy, en la inmensa mayoría de los casos le falta sustancia, le falta realidad: no es una vivencia ni una sensación de la felicidad, sino una apariencia de la felicidad basada en una idea de lo que debe ser la felicidad o de lo que debe darla.


La felicidad actual es una felicidad ideal: un ideal de felicidad que se supone que alcanzarás algún día cuando culmines algún camino que estás siguiendo ahora. Pero una felicidad ideal no es real, no es una vivencia ahora. Para que la felicidad sea real, debe ser real ahora, en este momento, estés haciendo lo que estés haciendo.


Esta felicidad real debe estar basada en el amor real: cuando sientes amor sustancial en tu cuerpo, tu estado es de felicidad y gozo hagas lo que hagas. Pero este amor real solamente nace del sexo real. Debes hacer el sexo bien para que tu amor y tu felicidad no sean sólo ideas dentro de ti sin vivencia real, y para que sean ahora, y no solamente una promesa que algún día lograrás.

Tu acto voluntario de ser feliz ahora

Sí existe la felicidad —esto parece evidente pero no lo es tanto. Todos estamos en la Tierra para ser felices en ella. Sí existe un acto voluntario básico para generar la felicidad: es el acto sexual consciente. El hombre y la mujer recuperarán la felicidad real continua que ellos siempre anhelan, solamente cuando aprendan a hacer el amor.


Si el hombre, el ser humano masculino, no recupera ya su capacidad natural de ser pleno sexualmente, es decir, su capacidad de hacer el amor sin límites, la mujer tampoco podrá ser sexualmente plena. Entonces ellos nunca conocerán la verdadera felicidad, sino que conocerán solamente la felicidad externa, una felicidad volcada en lo objetivo, y que por tanto es breve y acaba, y nunca los toca profundo.


Siempre que la pareja comienza a alcanzar la sensación de la felicidad en la unión sexual, el hombre eyacula sin control y la mujer siente que la felicidad plena se frustra —él tal vez no sienta la frustración en el momento de la eyaculación: la siente después en el precio que tiene que pagar por esa eyaculación, sufriendo el infierno cotidiano que la frustración sexual genera. Que la eyaculación del hombre ocurra antes de que ellos hayan hecho el suficiente amor real: éste es el único límite para la felicidad real.
  
Luego de este fracaso tan básico, a ellos no les queda más remedio que sustituir esta felicidad real que nunca alcanzan, por otra objetiva y externa que en realidad no los implica en su interior -porque lo cierto es que cuando no hay felicidad real, ellos no quieren tener vida interior, evitan el interior, porque un interior sin felicidad es siempre doloroso y confuso. Pero la euforia de una fiesta —o cualquier evento semejante— nunca será una medicina real para un interior que no es realmente feliz porque no ha logrado hacer el amor bien. La felicidad real es siempre una experiencia completamente interior, espiritual: y sólo cuando nace desde nuestro interior es que la felicidad inunda toda la vida exterior.

Gozo, plenitud e inocencia

La felicidad no tiene nada que ver con demostrar felicidad de un modo u otro, pues casi siempre lo que necesita demostración no es verdadero ni profundo. La felicidad tampoco tiene que ver con llevar la risa constantemente en la boca —aunque reírse está muy bien, y lo harás con frecuencia, no sólo de alegría sino también de asombro ante el misterio de la vida que se revela diferente de cómo la habíamos concebido hasta ahora. Los bebés por lo general son completamente plenos, y sólo a veces se ríen: esa es la verdadera frecuencia de la risa, un buen componente más de la vida.


Plenitud es una palabra clave para comprender qué es la felicidad. La felicidad, en gran medida tiene que ver con recuperar el estado de conciencia abierta y sin ego que teníamos en nuestro origen. Ese estado es el que podemos llamar amor. Es un equilibrio entre la inocencia original y la sana inteligencia que resulta de la experiencia de vivir bien. Por eso decimos que la felicidad es un estado, y no algo meramente externo.

Ciertamente, un buen sinónimo de felicidad es plenitud, la cual podemos definir como un sentimiento de trascendencia que te hace experimentarlo todo como lleno de gozo, y por eso mismo no vivir enfocado en nada particular —ni siquiera en tu propio yo— sino en todo al mismo tiempo. A esto se le puede llamar el regocijo de vivir desenfocado, o también  se le puede llamar desapego, y no hay nada que genere más felicidad. Este sentimiento de plenitud no lleva a tener la risa en la boca todo el tiempo, pero si lleva a sentir una continua risa de gozo interior y un continuo asombro por la maravilla y el misterio de estar vivos. El primer motor impulsor de esta sosegada risa interior de gozo, es el sexo bien hecho. La energía básica de todo apego es el deseo sexual insatisfecho y la sublimación de esa energía insatisfecha en un objeto o camino alternativo al sexo. En cambio, la energía básica del desapego o el desenfoque, es la energía sexual realizada y correctamente sublimada en su camino natural: el sexo.


Inocencia también es un buen sinónimo de felicidad. Como hemos dicho en otras ocasiones, la inocencia no significa ingenuidad, sino todo lo contrario. Inocencia es tener la mirada limpia y ver las cosas justo como son. Si bien la ingenuidad implica tener la conciencia adormilada, lenta y torpe, en cambio la inocencia implica tener la conciencia lúcida, veloz y fluida, debido a que quien recupera la inocencia se ha liberado a sí mismo del pesado equipaje del ego: emociones del pasado, juicios, pensamiento compulsivo, traumas, etc. Es lo que los orientales llaman entrar en estado de meditación, y que en Mesoamérica se llama silencio interno. Pero no es necesario ser experto en conocimientos orientales o místicos para alcanzar la inocencia, la meditación o el silencio interno: el sexo bien hecho conduce a todo esto de modo natural, si bien lograrlo requiere trabajar en ello toda la vida.

El buen sexo es el motor generador  de la inocencia, pues el amor generado en el sexo conduce a trascender con gozo la propia individualidad y a vivir en profunda comunión con el amante, que es lo mismo que vivir en profunda comunión con todo. El buen sexo tiene el don de borrar el ego como por arte de magia, y junto con el ego que se marcha, comienza a marcharse toda la vida anterior, el pasado personal lleno de viejas ideas, emociones o traumas que nos hacían ver la realidad de un modo particular —o incluso neurótico— para dar paso a una visión más abierta y verdadera de la vida. En verdad es como morir y renacer en una nueva vida realmente plena. (Ver además la página Un método simple para aprender a meditar.)

El valor de reír

Nada en la vida es tan serio como parece. La seriedad le quita el gusto a las cosas, y la risa le devuelve el gusto real a las cosas. Si hoy la risa es a veces inadecuada, es porque le quitaría a algunas situaciones no sólo la seriedad, sino incluso la razón de existir: a la luz de la risa las cosas se muestran más como son realmente, y la realidad adquiere un nuevo roden.


Indudablemente habrá muchas cosas que percibirás de otro modo luego de hacer bien el amor: el sexo profundo te cambiará hasta los cimientos, te convertirá en ti mismo —y cuando menos, cambiará tu modo actual de jerarquizar las cosas. El sexo profundo generará risa en tu vida, una risa sabia, demoledora de infelicidades y dificultades. Lleva empeño lograrlo, pero vale la pena.


Hacer el amor bien, te dará una gran dosis de gozos, sonrisas, risas, buen humor y ganas de vivir. La risa que genera hacer el sexo bien nace directamente desde el cuerpo, desde el corazón: ríes de gozo y felicidad, por el simple hecho de que el cuerpo desea reír. La risa verdadera y sentida no tiene un motivo: es pura expresión, no significa nada, y si significa algo es simplemente gozo y felicidad.


Cosas humanas muy serias —incluso cosas humanas que durante milenios han sido serias—, dejarán de serlo para ti, porque justo al lado de lo que antes considerabas serio, renacerán argumentos muy fuertes para vivir realmente feliz y menos serio o rígido a partir de ahora: un cielo muy azul, el viento fresco, los árboles, el sol que lo alumbra todo, la gracia incomparable de la mujer que lo alumbra todo más que el sol, luego la noche que lo indefine todo, y finalmente, la muerte, la mejor perspectiva: el amor te hace consciente de la muerte, de lo efímero y de lo mucho que vale cada instante. Paradójicamente, ser consciente de la muerte le da a la vida más alegría y felicidad.

A la luz de todo esto, percibirás la vida real, que hacía mucho tiempo que no percibías —escondido como estabas detrás del milenario muro de palabras e ideas que llamamos ego. Sentirás la vida real, luminosa, colorida, que por arte de magia hace que todo lo serio humano se muestre como realmente es: gris y sin sentido. Percibirás como por primera vez todo lo que en la Tierra desde hace mucho te está diciendo que la vida humana no es tan seria como parece, y que sólo por tomárnosla tan en serio es que hemos sufrido tan enormemente. Ya es hora de dejar de sufrir y comenzar a reír de gozo.


El amor sexual hará que tu conciencia vuelva a ser flexible y veloz, y percibirás que la realidad en realidad no está hecha: la haces constantemente y depende de ti como sea lo real —para bien o para mal. Eso es verdadera libertad. Desde ahora hazlo para bien. Depende de ti.

La felicidad no es hacer, sino no-hacer

La felicidad no la encontrarás haciendo algo, sino dejando de hacer algo. Estamos llenos de actividades y de desgastes que nos dejan extenuados, y que se supone que nos lleven a la felicidad. Pero la felicidad no aparece por ningún lado. Porque la felicidad no es un hacer, sino un no-hacer. La felicidad no es actividad, sino no-actividad —que no es lo mismo que inactividad. No-actividad significa dejar de hacer actividades que no necesitamos y que hacemos solamente porque estamos condicionados a creer que las necesitamos.


Estamos tan habituados a estar siempre haciendo algo, que suponemos que quedar con la energía extenuada es normal, cuando en verdad extenuar la energía es la principal fuente de infelicidad, y conservar la energía es la principal fuente de felicidad.


Dejar de hacer actividades innecesarias, tanto internamente como externamente, será lo que te lleve a la felicidad. Por ejemplo, en lo interno, ¿para qué necesitas ponerte tenso a nivel sutil siempre que vas a hacer algo? Es completamente innecesario ponerse  tenso para cualquier cosa. Si dejas de hacerlo, serás ya por lo menos un 50% feliz. Otra cosa: ¿para qué necesitas autoafirmarte frente a los otros? Si dejas de hacerlo tendrás un 20% más de felicidad. (Para más detalles, ver las páginas Los secretos de la relajaciónEl sol de tu plexo solar, y El ego que te separa del amor.)

Por otra parte, en lo externo, hay un sinnúmero de actividades cotidianas que haces y que en realidad no necesitas hacer. Si reduces tus actividades al mínimo real y necesario, serás ya 100% feliz. No imaginas la gran tajada de tu felicidad que se llevan este sinnúmero de actividades aparentemente inofensivas y necesarias.


Y ahora una pregunta muy básica de acuerdo con el contenido de este sitio: si eres hombre ¿para qué necesitas eyacular, si en la inmensa mayoría de los casos no vas a reproducirte? ¿Para qué esos millones de espermatozoides expulsados sin propósito? ¿Para poder tener un orgasmo? No es cierto que haya que eyacular para tener un orgasmo. Eyacular sin necesidad —y casi nunca es necesario eyacular— es la principal fuente de desgaste en la vida, no sólo para el hombre sino también para la mujer. Es como si arrancaras un trozo de tu ser para generar un nuevo ser, pero a la misma vez impidiéndolo todo el tiempo. Además, eyacular sin necesidad conduce a otro de los hábitos más innecesarios y desgastantes de la pareja: discutir. Si abandonas el viejo hábito de eyacular innecesariamente, serás 200% feliz, y lograrás para tu pareja y para ti niveles de placer, amor, paz y felicidad que hasta ahora no conocían.


Tu labor —seas mujer u hombre— consiste en ser honesto y en ver qué realmente necesitas entre todo lo que haces. Ésta no es una labor fácil; si fuera fácil ya la habrías hecho. La época, la sociedad, la educación, la tradición, y otros sistemas de influencia, te han condicionado durante años para que creas que son necesarias cosas que en realidad no lo son. Te han condicionado tanto, que ya no necesitas que te lo digan y lo haces aparentemente por propia inspiración.

De modo que queda por tu cuenta ver qué es realmente vital para vivir la vida, y qué realmente no lo es y debe ser eliminado como actividad superflua. Haz una pesquisa honesta, y sin compasión deshazte de todo lo que sobre.


La felicidad o es real ahora, o no existe

La felicidad real nunca podrá ser sustituida por una felicidad basada en cosas objetivas. La felicidad real es siempre ahora —¿acaso tú no la necesitas ahora mismo?— y no hay porqué ponerla en un futuro que supuestamente tú alcanzarás algún día, o en un pasado que ya se fue y no volverá. La felicidad real se experimenta ahora mismo, se experimenta como una sensación de orgasmo continuo —corporal y espiritual a la misma vez—, en todos los momentos de la vida, pero siempre en ahora, orgasmo amoroso, un orgasmo de amor que no termina aunque en ese momento no estés haciendo el amor.


La felicidad real, la vivencia continua del amor, no es de las primeras cosas que se logran cuando se comienza a hacer el amor bien, pero podemos acercarnos a ella cada vez más si siempre que hacemos el amor seguimos intentando hacerlo bien —no dejando que regresen los viejos programas sexuales, que son la base de la infelicidad.

El sexo habitual reduce la capacidad de ser feliz

En cambio, si cada vez que hacemos el amor lo hacemos —como siempre— mal, nos estaremos alejando cada vez más del amor y de la felicidad, tal vez definitivamente. Mientras más aprendas a hacer el amor y mientras más hagas el amor, más conocerás la felicidad real. Y en cambio, mientras menos aprendas a hacer el amor y mientras menos lo hagas, menos conocerás la felicidad real, más asociarás la felicidad a cosas irreales, la felicidad será para ti una ilusión que perseguirás sin alcanzarla nunca, y es posible que nunca en tu vida la conozcas y que, ya cuando tengas cierta edad, termines por declarar que la felicidad real no existe.


Mientras más hagas el amor en la forma errónea en que habitualmente se hace —sin presencia real, con apuro, y solamente para perseguir la eyaculación automática del hombre—, más se reduce tu capacidad de ser feliz realmente. Haz el amor todo lo que puedas, pero hazlo bien. No permitas que tu felicidad y la de tu pareja continúe siendo algo casual, o irreal. Pon la felicidad en tus manos y regenérala cada vez. Haz un acto que te conduzca a la felicidad real: haz el amor bien.


La felicidad existe sólo si la mujer es feliz

El bienestar, la felicidad, el gozo, el placer, el amor: todos estos son dones que la mujer da o quita, ¿y quién duda que estos son los dones más preciados de la vida? Cuando la mujer es amada, ella da estos dones con generosidad y abundancia, pero cuando ella no es amada, ella no puede dar esos dones —ni siquiera a ella misma. Cuando la mujer no es amada, la felicidad, el bienestar, el gozo, el placer, el amor no son reales, no existen, son solo cosas formales que no se sienten en realidad. Como dice un viejo refrán: un lugar es feliz solamente si las mujeres del lugar son felices.


El ejercicio que hemos propuesto para el control de la eyaculación —junto con el nuevo modo de hacer el amor— proporciona al hombre una posibilidad de que él mismo vaya logrando interrumpir la relación automática entre su orgasmo y su eyaculación, y vaya recuperando así el control sobre el desarrollo del acto sexual. Éste parece un acto demasiado simple como para generar algo tan grande como la felicidad, pero lo cierto es que ésta es la operación básica para la felicidad, el primer paso en el camino para alcanzarla. A fin de cuentas, ¿para qué necesitamos una teoría de la felicidad? Lo que necesitamos es un camino muy práctico para generarla.


Con este crecimiento natural de la sensación orgásmica sin eyaculación, será suficiente para que la pareja comience a comprender desde su experiencia propia todo lo que estamos explicando, y para que comience a recuperar su felicidad sexual plena. Ellos nunca podrán lograr esto cada uno por separado: la mujer y el hombre juntos son las dos mitades de la felicidad. Ella sólo lo logrará si él lo logra, y ambos serán felices sólo cuando ella lo sea.


Otras dos condiciones básicas para la felicidad

Además de hacer el sexo bien, hay otras dos condiciones básicas para la felicidad: la relajación —de la cual ya hemos comentado un poco más arriba—, y además la parte de tu cuerpo que asumas como centro de tu vida. La esencia es ésta: debes vivir en relajación, y debes asumir como centro de tu vida a tu verdadero centro: tu plexo solar.


Un cuerpo constantemente relajado y viviendo desde su plexo solar, siente bienestar y se encuentra en el camino de ser establemente feliz. Y en cambio, un cuerpo tenso y enfocado en los pensamientos de la cabeza o en sentimientos traídos desde el pasado, es un cuerpo en sutil malestar y siente continua infelicidad. Esto último es lo que casi siempre ocurre.


Es paradójico, pero enfocarte en el plexo solar para vivir, en realidad te desenfoca de cualquier centro que no sea centro real, y te hace vivir desde todo el cuerpo: es una experiencia realmente buena. Esto es muy diferente de lo que habitualmente le pasa al ser humano: toma como centro de vida su cabeza, el resto del cuerpo se convierte en el añadido para sustentar la cabeza y el pensamiento, y ésta es realmente la condición de que la vida sea infeliz.


La humanidad hoy vive sutilmente tensa y enfocada en el pasado o en el futuro —en el pasado a través de los sentimientos, y en el futuro a través de los pensamientos. O sea: la humanidad vive enfocada en una realidad ilusoria que no es el presente real. (Para más detalles sobre esto, ver las páginas El sol de tu plexo solarLos secretos de la relajación, y Un método simple para aprender a meditar.)

Los cambios que estamos proponiendo parecen demasiado simples como para que generen felicidad. Sin embargo la felicidad es así de simple, y los cambios que proponemos son tan simples como fundamentales. Complicadas son todas las cosas que hoy hacemos supuestamente para alcanzar la felicidad, pero que nunca nos dan una verdadera felicidad. Estas cosas no tienen modo de ser demostradas: necesitas comprobarlas en la práctica —y te gustará hacerlo, porque sentirás como de hecho van creciendo tu bienestar y tu felicidad.


A partir de ahora, ser feliz o infeliz está en tus manos: todo depende de cuán relajado te mantengas, y de que te desenfoques de ese pensamiento que se mueve solo —en realidad hoy no tienes control real sobre eso—, y de que dejes ir esas emociones que emergen del pasado sin que tú las necesites. No necesitas sentimientos pasados para interpretar el presente: lo que necesitas es sentir el presente real. Eso te dará frescura y un gran bienestar.


Si haces bien el sexo, el placer amoroso llegará a tu corazón y purificará tu emocionalidad, de modo tal que se transformará en amor real. Incluso hacer bien el sexo depende en gran medida de que lo hagas relajado, y de que en ese momento dejes de tomar en cuenta lo que piensas o tus sentimientos del pasado, y te enfoques en una vivencia más sensorial y real: vivir desde el plexo solar, y entonces vivir con todo el cuerpo unificado. Si lo haces bien, tu pensamiento llegará a detenerse, sentirás silencio, paz, y vivirás una experiencia de gloria que hoy ha quedado fuera de la experiencia humana debido a cómo vive la humanidad hoy. Te aseguramos que eso es todo lo que necesitas, y además es todo lo que tú mismo internamente anhelas en todas tus búsquedas externas de la felicidad.

Amor y autoridad

Si todo el mundo pudiera sentir ahora el verdadero placer del sexo, el verdadero regocijo de amor que trae el sexo profundo y espiritual, entonces todo el mundo quisiera hacer el bien, y nadie andaría viendo cómo sacarle provecho o ventaja a los demás, todos quisieran hacerse el bien mutuo y nadie sería injusto, ni egoísta, ni cruel —porque todo egoísmo, todo ventajismo, toda carencia o escasez, toda mezquindad, toda infelicidad, toda maldad, toda crueldad, nacen de la imposibilidad básica de hacer profundamente el amor, tal como todo altruismo, todo desarrollo espiritual verdadero, toda realización, toda felicidad real, todo gozo, toda abundancia y prosperidad, todo amor, nacen de poder convertir el sexo en una profunda experiencia de unidad corporal y espiritual.


El amor, el amor real —que nace y se sostiene en el sexo— es lo que más falta en el mundo. Sin embargo, no sólo el amor es necesario para que vivamos con felicidad: también es necesaria la autoridad, en el sentido más real que pueda tener esa palabra. El amor aporta plenitud, inocencia y gozo, pero la autoridad aporta dirección, orden y concierto. El amor es el cuerpo, y la autoridad es la columna vertebral. La vida real debiera avanzar dentro de una armonía entre el amor y la autoridad. La autoridad no es algo que deba ser impuesto mediante un sistema de leyes autoritarias, o por alguna dinámica familiar o laboral rígida. Nada de eso es autoridad. La autoridad real emana del hombre verdadero, tal como el amor real emana de la mujer verdadera, ambos reunidos y realizados en el sexo.  Autoridad es de lo que más falta hoy en este mundo, que sin embargo pulula de autoritarismo —incluso dentro de las llamadas democracias. (Ver además la página La autoridad es un servicio al amor.)

El paraíso eres tú (y el infierno también)

Escucha bien esto ahora: el paraíso no tiene que ver con nada externo. Prácticamente todo se ha intentado en el mundo, y las cosas nunca han cambiado en realidad —y hasta se puede decir que han empeorado. Esto se debe a que la infelicidad básica sigue estando donde siempre ha estado: dentro del ser humano.


Quien en realidad debe cambiar es el ser humano. En algunos momentos de la historia de la humanidad, el ser humano ha cambiado un poco —a estos cambios externos se deben las diferentes circunstancias históricas. Pero hasta ahora nunca, nunca el ser humano ha llegado a cambiar radicalmente, y la historia humana en todos los momentos ha tenido algo básico en común: la infelicidad del ser humano. Ya se ha dicho que la historia no es más que él progreso de la infelicidad humana. Las condiciones básicas del sufrimiento han seguido dentro del ser humano aunque hayan cambiado las circunstancias, y por eso el sufrimiento hasta ahora no ha cesado. El paraíso que siempre hemos intentado alcanzar, también siempre se nos ha escapado de las manos —aunque a veces hayamos estado un poco cerca. La infelicidad radical humana —la raíz que nunca ha cambiado— siempre termina volviendo a hacer germinar la infelicidad en el mundo.


La felicidad plena nunca ha llegado, aunque comenzamos a buscarla hace varios milenios —desde los umbrales de la civilización hasta hoy mismo. Toda propuesta de emancipación para el ser humano —sea desde el punto de vista social, económico, religioso, político, sexual, etc.— ha intentado buscar una condición para el ser humano que podríamos llamar felicidad. Estas intenciones casi siempre han sido buenas en su origen, han intentado desde su punto de vista hacer algún bien para el ser humano —pero han terminado enyerbándose debido a que nunca el ser humano mismo ha cambiado profundamente, sino sólo circunstancialmente, externamente.

Nada es tan profundo y radical como el sexo: el sexo está en la base individual del ser humano —y también podemos decir que está en la base de todo lo social. El sexo es un camino tan poderoso y profundo, que llevaría al ser humano hasta la esencia misma de sus problemas, y lo pondría frente a frente con sus verdaderos límites, dándole una verdadera oportunidad de transformación. Cuando el ser humano penetra profundo en el sexo, realmente mira frente a frente a sus problemas —no bajo una apariencia como casi siempre— y entonces sí que tiene posibilidades reales de evolucionar. Sólo mediante un cambio tan profundo dentro del ser humano, las cosas en su vida y en el mundo cambiarían realmente desde la raíz. El verdadero paraíso es un estado, un estado interior, y sólo cuando el paraíso sea la vivencia del ser humano, será también una circunstancia en que viva el ser humano, y nacerá un buen orden en el mundo.


Cuando el ser humano se transforme desde adentro, y se haga lo suficientemente consciente como para dejar de estar enajenado entre objetos, entonces todo lo que se haga para mejorar la circunstancia tendrá verdadero poder de transformación —el verdadero poder de transformación que le ha faltado a toda propuesta hasta ahora. El infierno de la infelicidad siempre ha estado dentro del ser humano —y dentro del ser humano continúa hasta ahora—, así como el paraíso de la felicidad llegará solamente cuando el ser humano se transforme interiormente. Luego de esto, todo marchará bien de cualquier modo —y sin esto, ninguna circunstancia realmente cambiará.

Medita bien antes de polemizar con esto que te decimos, porque lo cierto es que tienes todas las posibilidades de no creerlo o de negarlo —ya sea porque te parezca demasiado simple, o demasiado complejo. Pero fíjate bien en una cosa: ¿algo de lo que se haya dicho o hecho hasta ahora ha cambiado realmente las cosas? Observa la situación en el mundo a ver si algo ha ido para mejor. No, nada ha ido para mejor, y ya es urgente que las cosas vayan realmente para mejor.


El único infierno es la imposibilidad de hacer el sexo con toda la profundidad que deseas y necesitas, y que eso te conduzca a vivir en amor. De este infierno —ya cuando pasa el suficiente tiempo— nacen todos los infiernos. En cambio, el único paraíso es hacer el sexo real y vivir en amor; ésta es la fuente de todos los paraísos: de ahí en adelante todo comenzará a marchar bien —a nivel individual, social, mundial y planetario. Lo que ahora te decimos, únicamente podrás comprobarlo en tu práctica sexual, y a nosotros sólo nos resta tener fe en ti y en la vida.

Mientras más intento ser feliz, más emerge mi vieja infelicidad


Un huracán no dura toda la mañana.
Un aguacero no dura todo el día.

TAO-TE-KING


A veces te podrá parecer que mientras más intentas ser feliz y trabajas por ello en sentido espiritual, más aparece la infelicidad y pretende no irse de tu vida. Los maestros espirituales tradicionales han hablado de esta cuestión. La han enfocado así: cuando intentas despertar y dejar de ser infeliz, es como si todo se confabulara para impedírtelo —aunque, como toda moneda tiene dos caras, también ocurre que cuando intentas realmente ser feliz y trabajas con empeño por disolver todo lo que te lo impida, entonces todo se confabula para ayudarte a ser feliz. La visión completa se resume en que por ahora no puedes evitar la bajada que implica cada subida, la sombra que presupone toda luz. Mientras tanto no puedas detener el girar de esta rueda que sube y baja, atraviesa sin evitarlos tanto los momentos de claridad como los momentos de dificultad —aunque siempre intentando comprenderlos y resolverlos para traer la felicidad a tu vida y a la de tu pareja.

El budismo tántrico —camino espiritual del Tíbet que usa el sexo como vehículo de realización— también tiene una visión muy interesante acerca de este tema. La profesora Miranda Shaw —estudiosa y practicante del budismo tántrico— nos lo comenta así: "Uno de los propósitos de los yogas sexuales es concentrar las energías en el área abdominal del cuerpo, que es el asiento de fuego interno que los tántricos buscan encender e inflamar. A través de la práctica de la unión sexual, la atención se concentra en esa área que está varias pulgadas debajo del ombligo, en la región donde se originan las sensaciones sexuales. Sin embargo, a diferencia de la sexualidad ordinaria, donde los participantes simplemente dejan que el placer tome su curso, los tántricos concentran su energía y su mente en este punto y lo usan para despertar ese fuego interno. Cuando ese fuego se enciende y empieza a quemar con gran resplandor, hay varias meditaciones que pueden hacerse para refinar las energías en el corazón. Una de ellas es dirigir la energía ascendente hasta dentro del corazón y, debido a la cantidad de energía involucrada mientras va pasando por su interior, ésta naturalmente desata un nudo, como ellos dicen, y destruye los residuos. Sin embargo, cuando los residuos están siendo liberados, a veces se tiene una sensación experiencial de la emoción que se está liberando a medida que aflora a la conciencia. A veces si es un odio o un miedo lo que sale a la superficie, por ejemplo, se experimenta activamente la emoción mientras se libera. Se precisa mucha conciencia para poder procesar las emociones que están surgiendo del pasado y soltarlas mientras surgen, en lugar de  proyectarlas dentro de la situación presente". ("Everything You Always Wanted to Know About Tantra… but Were Afraid to Ask", entrevista concedida por Miranda Shaw a la revista What Is Enlightenment.)


El hecho de que la felicidad alcanzada despierte la infelicidad remanente para que sea resuelta —no sólo durante el sexo sino también durante la vida cotidiana—, es un fenómeno típico de los caminos de conocimiento —especialmente de los que utilizan el sexo como vehículo—, y resulta una dificultad tan fuerte y poderosa, que es capaz de desanimar a algunos y hacerlos abandonar el intento de liberarse, a pesar del gran gozo que implica caminar un camino sexual como éste. Los tántricos llaman anandaal estado de felicidad pura resultante de esta liberación mediante el poder del sexo —la cual no se alcanza permanentemente de una vez, sino progresando en el placer sexual y resolviendo todos los desafíos que eso va planteando. Realmente es un camino tan delicioso como trabajoso. Como hemos dicho en otras partes de este sitio, ananda significa "éxtasis", pero un tipo de éxtasis muy concreto: el que resulta del más puro placer sexual. La felicidad real se alcanza cuando se logra vivir permanentemente en el placer orgásmico, constantemente eliminando de tu interior todo lo que te lo impida. Si eso significa "incinerar" tus problemas en el fuego del placer sexual, mejor que mejor.


Hasta tus defectos más viejos —los que aparentemente estaban superados, pero que en realidad sólo están olvidados— pueden y deben desempolvarse y emerger dentro de ti para ser liberados. Ésta es la verdadera liberación: la que lo libera todo realmente —pues lo otro es sólo mantener oculto lo que llevamos dentro. El placer sexual profundo no deja nada oculto: el gozo sexual te abre todo por dentro: todo emerge para irse —si lo dejas irse. Todo lo que alguna vez fuiste y te impidió ser feliz, está dentro de ti, ahora subliminalmente impidiéndote la felicidad. A veces ni siquiera te das cuenta de que no eres feliz ni pleno: tu infelicidad se ha convertido en ti mismo, y la has asumido como centro de tu vivir. Ahora, todo lo que provoca infelicidad emergerá, para irse: es su camino natural.

Por supuesto, nadie quiere que la bella felicidad que le nace de pronto se convierta nuevamente en infelicidad. Pero no es cuestión de querer: el proceso es así: sólo eso lleva a la felicidad real, y quien elija no entrar a resolver la infelicidad que lleva dentro —haciendo la vista gorda para aferrarse sólo a la precaria felicidad—, verá como más temprano que tarde su naciente felicidad se hace estéril, se queda sin sustancia, sin raíz, se ha irreal, aparente, y finalmente desaperece. Sólo resolver la infelicidad hace real la felicidad; sólo resolver el desamor hace real el amor.


Por paradójico que parezca, es natural lo que ocurre con los impedimentos para ser feliz que se despiertan precisamente cuando ya lo estabas siendo. Es el límite que aparece para que lo cruces y vayas todavía más allá. Es lo mismo que ocurre cuando, por ejemplo, vas a limpiar una casa que ha estado cerrada sin limpiar durante mucho tiempo: cuando te decides a limpiarla, la suciedad se ha acumulado tanto, que debes trabajar —a veces duro— para lograr tu propósito de disfrutarla limpia. Esto significa que cuando decides ser feliz —y además te decides a actuar para lograrlo, que no es lo mismo— entonces debes enfrentar y resolver la infelicidad que ya se ha acumulado dentro de ti hasta antes del momento de decidir purificarte, lo cual implica romper la inercia de los hábitos humanos de infelicidad —que no son pocos— y tus propios hábitos de infelicidad —comenzando por los malos hábitos sexuales, y terminando por los malos hábitos de la vida cotidiana— que siempre intentarán actuar como impedimento de que logres tu propósito. Es el precio que debes pagar para ser realmente feliz.

Algunas religiones han substancializado —de muy diversas maneras— este impedimento para la felicidad o la libertad, es decir, han convertido ese impedimento en un ente enemigo que te impide realizarte, y que impide que la raza humana en su totalidad sea feliz. Algunos lo ven como algo innecesario y despreciable, y otros lo ven como los preciados obstáculos que hay que superar para poder evolucionar: consideran a los impedimentos como aliados más que como enemigos. Pero de cualquier modo, sea un ente o no, sea enemigo o aliado, la cuestión es la misma: vencer lo que te impide ser feliz, siguiendo el camino de la perseverancia, la comprensión y la transformación interior. El motor impulsor más poderoso para toda esta transformación, es cambiar profundamente el acto sexual —para lo cual puedes servirte de toda la información publicada en este sitio.


La solución básica en este nivel profundo de tu camino —el nivel en que la felicidad por momentos parece imposible, y sin embargo por momentos es completamente real—, es seguir y seguir intentando la felicidad, con un empeño inquebrantable, incansable incluso hasta más allá de lo humanamente posible o "normal". La mayoría de los maestros espirituales recomiendan lo siguiente: no importa cuán imposible aparente ser a veces lograr la felicidad, sigue intentándolo con todo empeño, sin detenerte a escuchar lo que dentro de ti quiere sentirse derrotado o fatigado —es decir, sin prestar atención a sentimientos de autocompasión, sin tomar en cuenta tu propio juicio negativo o pusilánime sobre el proceso de transformación que estás viviendo, o sobre los estados negativos transitorios en los que por instantes te puedas sentir. Ninguna dificultad dura demasiado si continúas yendo hacia tu propósito de ser feliz; en el próximo instante el gozo y el bienestar regresarán como nuevos, o quizás llenándote aún más profundamente gracias a la purificación que estás provocando en ti. La fórmula mágica para lograrlo en realidad es simple y deliciosa, aunque trabajosa. Es ésta: impulsado por el gozo sexual, vence siempre tus propios límites, y siempre saldrás una y otra vez desde el tupido bosque de la infelicidad, hasta la serena y gozosa playa de la felicidad real.


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