Una de las razones por las que hacemos nudismo en la playas, aparte del hecho de disponer de una superficie más o menos uniforme donde tumbarnos y relajarnos al mismo tiempo que nos tostamos al sol, es el placer de bañarse en el mar (o en un río). Se podría decir que es la razón principal de que a los humanos nos guste tanto la playa, y no hay muchos casos de animales que vayan a zonas saladas a remojarse.
Si resulta placentero bañarse en el mar en un día de calor, con el bañador puesto, el hecho de hacerlo desnudo aporta un plus a esa sensación, y ayuda a que esa droga llamada nudismo entre en nuestro cuerpo y no desee salir nunca. Además, al estar completamente desnudos se crea una armonía (algunos seguro que lo habéis notado, sobre todo la primera vez) en la que mente, cuerpo y agua se mezclan y de repente todos los pensamientos desaparecen, dejando paso a una sensación de paz inmensa como en pocas ocasiones puede experimentarse.
Puedes comprobar que esta conexión, al compartirse con otros, refuerza lazos y aporta recuerdos positivos a una relación. Si puedes hacer nudismo con tu pareja o con un grupo de amigos, comprobarás como después de eso te encuentras más cercano a ellos, porque vuestra cabeza está asociando la sensación del amor y/o la amistad con la sensación placentera de estar en contacto totalmente directo con la naturaleza.
Esta sería una muestra más de la conexión que tiene el nudismo con la naturaleza. Al despojarnos de todas las ataduras culturales (ropa) conectamos directamente con nuestro yo primario, ese que no piensa en trabajar, en los problemas familiares o económicos, o en si nuestro equipo va a perder o ganar. Volvemos al estado animal en el que se disfruta plenamente de la naturaleza, y esa es precisamente la maquinaria que hace que el nudismo sea algo que cale tan fuerte en todo el que lo prueba.
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